viernes, 8 de agosto de 2008

Acampada contra el cambio climático.



La construcción en Inglaterra de una central térmica de carbón moviliza a un millar de jóvenes, mayores y niños.


LOURDES GÓMEZ
Diario Público.

"Os van a cachear. En este folleto os explicamos qué hacer si os detienen". La advertencia del grupo legal de la Acampada por la Acción Climática no tarda en hacerse realidad.

Furgones de policía bloquean la carretera de acceso al campamento ecológico que una coalición británica de protesta contra el cambio climático ha levantado a un kilómetro de la central térmica de Kingsnorth, en el condado de Kent.

Hay agentes a pie, a caballo y antidisturbios desplazados de otras regiones inglesas.

Un inspector jefe grita, de repente, que se requisarán navajas, cuerdas, pegamento y cualquier objeto sospechoso de emplearse en alguna "acción criminal".

En la distancia, asoma la chimenea de ladrillo y las calderas que el gigante alemán E.ON quiere demoler y sustituir por una planta "supercrítica" de carbón, con las últimas tecnologías para mitigar la emisión de gases contaminantes y una inversión de 1.250 millones de euros.

Será la primera central eléctrica de carbón que se construya en Reino Unido en más de dos décadas.

"La tecnología no está a punto ni lo estará en una década. Los próximos años son cruciales para comenzar a recortar emisiones, pero la nueva central nos encerrará en una senda de intensas emisiones durante 40 años. No podemos permitir que se tomen decisiones y se enfoque el debate en base a hipotéticas promesas tecnológicas", protesta Kevin Smith, mediador en el campamento.

El ayuntamiento ha dado el visto bueno a la nueva central térmica, que promete reducir las emisiones de óxido de carbono en un 20% por cada unidad de electricidad suministrada.

La decisión final depende del Gobierno de Londres, y la oposición al proyecto crece como un virus propagado por científicos, políticos y padres preocupados por el futuro de sus hijos.

"Queremos demostrar al gobierno que hay mucha gente preocupada por el cambio climático, que aboga por un desarrollo sostenido y por frenar las emisiones de gases nocivos", explica Lucy Cady, estudiante de 22 años.

El terreno se ocupó el pasado día 30. Pertenece al Ministerio de Defensa, pero el granjero que lo arrienda sólo impuso una condición: matará a cualquier perro que se cruce con sus ovejas.

En pocas horas se levantaron carpas comunales, de distintos tamaños y funciones: desde comedores a sala de proyecciones y espacios para talleres y conferencias. Se instalaron paneles solares, turbinas de viento y fogones en bidones de aceite.

Se trazaron pasillos con tablas de madera para facilitar el tránsito de los discapacitados, las sillas de niños y las carretillas. Dada la intermitente lluvia del agosto inglés, los tablones ayudan al millar de personas que convive en el campamento desde su inauguración. Una concentración similar, junto al aeropuerto de Heathrow, reunió a 2.000 personas el año pasado. Esta vez, hay infraestructura para mantener a 3.000 hasta la jornada final, el día 10.

Represión y tozudez policial

En su tercera edición, la Acampada por la Acción Climática ha tropezado con la intransigencia policial pese a la promesa de que se permitiría la protesta pacífica. "El jueves 31 tuvimos una primera redada. Confiscaron material que necesitábamos para montar el campamento, como tuberías para canalizar el agua, cuerdas, tiendas de campaña y hasta jabón y bolígrafos.

Intentaron llevarse las maderas para construir los baños, pero conseguimos impedirlo. Pretenden molestar el máximo posible para que el campamento dé una imagen caótica", señala Tina Caballero, catalana de 30 años que vive en Londres.

La policía regresó la madrugada del lunes 5 con fuerzas antidisturbios que registraron cada tienda de campaña y las pertenencias de todo el personal, incluidos los menores de edad. Desde entonces siguen de guardia en la carretera y en las puertas de acceso al campamento.

A cada rato, incluso de noche, un helicóptero planea sobre el recinto y los furgones activan sus sirenas.

De los 13 detenidos hasta la fecha, ocho están acusados de delitos leves: obstrucción a la policía, posesión de cuchillos y conducir su vehículo sin seguro. "Intentan provocar una confrontación para socavar la legitimidad de la acampada. Pretenden intimidarnos y extender el pánico para que la gente se vaya o desista de venir.

Su táctica es política, sin ningún fundamento legal. La gente está frustrada, pero el campamento sigue funcionando.

Esta mañana, se han celebrado los 16 talleres programados", resalta Kevin. "Me desperté de madrugada con el ruido de la redada. Dentro, el ambiente es pacífico, pero la brutalidad de la policía me saca de quicio", protesta Decca Muldowney, universitaria de Cambridge.

Organización sin jerarquías

El campamento es un ejemplo de convivencia sostenida. Se habla de cómo vivir sin centros comerciales ni McDonald's y se consume el mínimo de energía con fuentes renovables.

No hay cables por el terreno y se produce electricidad gracias a unas baterías que iluminan el recinto por la noche. Lejos de ser un entorno aislado, el campamento está en constante comunicación con el exterior. Pero es muy laborioso. Los residuos se canalizan o se convierten en abono. El nivel de higiene es meticuloso.

Antes de comer es obligatorio lavarse las manos y la comida es orgánica. "No podemos descuidar nada. Si nos hacen una inspección, nos arriesgamos a que nos cierren", explica Tina.

Las decisiones se toman en consenso y los voluntarios nunca faltan. Aura Santaclara, gallega de 28 años, estaba de vacaciones en Londres y se apuntó. No sabe inglés, pero ha encontrado la forma de ser útil: retransmite en castellano noticias sobre las protestas. "Deberíamos exportar esta iniciativa a España", señala.

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